Diari Més

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Estaba escribiendo sobre el libro de la Cinta Bellmunt sobre los gitanos cuando me ha llegado una nota referente a la detención de independentistas. Entonces, ya me conocéis, he empezado a cagarme en todo. Pero me he parado un momento y me he reído al relacionar eso de los gitanos y los guardias civiles con los chistes de toda la vida de los de la pestañí y los de la capa y el tricornio. Me tenéis que ayudar, tengo un problema psíquico importante. Ya sabéis que soy pro-referéndum y periodista de sucesos desde hace 30 años. Tengo amigos policías, jueces, fiscales…. Cuando voy al cuartel de Tarragona me abren las puertas como si fuese uno de ellos e incluso tengo algún cortado pagado en el bar. Cuando después, en casa, recuerdo las hostias del 1-O, me caliento como una cafetera. Soy un defensor del guardia civil que ha nacido en un pueblo de Extremadura, ha ido a la academia porque su padre le ha animado a tener una vida laboral estable y no quiere otra cosa que crear una familia y perseguir delincuentes. Hay muchos así. Pero, por otro lado, soy un enemigo del benemérito que ve a los ciudadanos desde un punto de vista político. Ya nos entendemos, el «a por ellos». También hay de estos.

Pero… profundicemos un poco. Cuando la Audiencia Nacional escoge a la Guardia Civil como policía judicial, ellos están actuando bajo órdenes superiores. La cuestión estaría en saber «cómo» se ejecutan estas órdenes. Si se hacen bajo el estricto protocolo o si se añade inquina, teatro o literatura en los informes. Sería como si cuando la mujer te envái a comprar el pan, tu fueses con tres helicópteros y diez furgonetas para pedir al panadero que te ponga dos baguettes. Ahora que lo pienso… creo que un gitano guardia civil lo haría bien.

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