Diari Més

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Una vez fui a uno de aquellos pesebres que montan para periodistas y que realmente es turismo que se disfraza de un gran interés por una noticia que no tiene ningún interés. El destino era Estrasburgo. Recuerdo que desde el aeropuerto fuimos a una especie de palacio antiguo donde un hombre con frac tocaba el violín mientras tomábamos una copa de Moët & Chandon. Era como la boda de Pilar Rubio, que todos parecíamos gente importante, pero realmente llevábamos calcetines agujereados, como aquel presidente del Banco Mundial. Ayer, viendo a Tajani hablando del affaire Puigdecomín recordé aquel músico tocando el violín. Pero el italiano, premiado en España por… no recuerdo, tenía el instrumento desafinado.

He escrito al Parlamento Europeo por si quieren decirme qué ha pasado con eso de las credenciales. Me han contestado con la letra de la canción «Sí, pero no», de Lolita. Ahora poned música de Cuentamé. En la calle Unió de Tarragona, a finales de los años 80, hablaba con un amigo dentro de un coche del futuro prometedor de aquella Europa que nos traería la modernidad y el progreso. Ahora, treinta años después, si vuelvo a estar dentro de un coche con un amigo fumando un cigarrillo y hablando de Europa, probablemente pondré un cassette de Camela. Ya le he dicho a mi amigo Ian, de Southampton, que yo empiezo a ver el Brexit como un avance y no como un lastre. La culpa es de la falta de inteligencia y diplomacia con la que están trabando un tema que es complejo, pero no irresoluble. Incluso un individuo como yo, que tengo el Graduado Escolar de la Universidad Juan Carlos I, sería capaz de recitar cómo se puede solucionar. ¿Qué? Ah! Que hoy el artículo no tiene humor. ¡Uf!, no me queda espacio. ¡Va! Haré un chiste muy corto: JEC.

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