Diari Més

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Había una vez un profesor delaaargabarba blanca que parecía muy malo. Realmente era un hombre bueno y divertido que había decidido reunir a todos los niños en el colegio más grande del pueblo. Era el primer día de clase y todos los alumnos iban bien vestidos y con las orejas bien limpias esperaban que llegase el nuevo delegado de clase. El señor de lalaaargabarba blanca había dicho el día anterior que los niños que llegasen muy muy pronto podrían sentarse donde quisieran. Así que todos se peleaban por estar cerca del niño que más mandaba del colegio. La alumna más guapa de la clase había sido muy gritona y mala el curso pasado, pero todos los compañeros vieron, sorprendidos, que había crecido y ahora parecía menos traviesa. Incluso le dio un beso a uno de sus enemigos, un niño que ella decía que siempre daba golpes, y eso le molestaba. Llegaron también al cole unos alumnos que habían sido castigados por tirar papeles y querer cambiar el nombre de la escuela. Al entrar, algunos de los más pequeños les saludaron, pero otros les gritaron que se fuesen, que no los «ajuntaban». Los más malos golpeaban los pupitres para que no pudiesen hablar porque nadie quería cambiar el nombre de la escuela. Hacía demasiados años que se llamaba igual. Mientras tanto, todos hablaban de un alumno que no había venido. Era el hijo del pastelero, que se había ido del pueblo cuando supo que sería castigado, como sus compañeros. El hombre delaaargabarba blanca quiso que los 350 alumnos pasasen por su mesa para conocerlos. Y así pasaron la mañana. Sí, amigos, estos tíos dirigirán un país. No el de los Pitufos, no, sino España. ¡Madre mía!

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