Diari Més

La república que consolidaremos

Portavoz ERC-MES-MDC del Ayuntamiento de Tarragona

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El viernes asistimos al nacimiento de la República Catalana, mientras el senado español aprobaba el artículo 155 y decidía ocupar las instituciones democráticas catalanas. Sólo como detalle: de los dieciséis senadores escogidos en Cataluña no ni hay uno solo del PP, PSC o Cs, los partidos que han pactado el 155, los mismos que nos quieren devolver a la «normalidad».

Se habla de choque de legalidades. Obviamente, la mayoría parlamentaria democrática da legitimidad a la República. Sin embargo, choca con un estado español que ha descartado la vía democrática, no respeta el derecho de autodeterminación, traspasa los límites del respeto a los derechos humanos en unas cuantas de sus categorías y mantiene el control de los aparatos policiales, judiciales y fiscales.

Con este panorama alguien se puede preguntar si tiene sentido la proclamación de la República. Sí, tiene todo el sentido del mundo, porque mantiene vivo el valor del mandato democrático del referéndum del día 1 de octubre, con un resultado incuestionable en favor de la Independencia. A la vez, es un instrumento válido para proteger nuestras instituciones de la agresión del gobierno español. La primera consecuencia de la proclamación ha sido que Rajoy ha tenido que cambiar el empleo sistemático de la administración catalana durante un periodo mínimo de seis meses por unas elecciones precipitadas que se piensan que ganarán. Creen que los partidos republicanos no encontrarán estrategias comunes vencedoras. Rajoy tendría que recordar que la historia quiere llena elecciones que se giran contra quien|quién las convoca.

Uno de los supuestos que contempla el gobierno de Madrid, y los dos partidos que le hacen la gara-gara, es la abstención de una parte del electorado independentista. El silogismo es simple: como somos una República, un gobierno foráneo no tiene competencias para convocar unas elecciones a la Generalitat, menos todavía si son autonómicas. Desde la pureza estricta de nuestra interpretación de la legitimidad es impecable, desde el realismo de llevar a la República a su implementación definitiva podría suponer un retroceso gigantesco no contribuir a las elecciones con una estrategia común de todos los republicanos.

Existe una cierta desazón porque los reconocimientos internacionales no llegan. Posiblemente todavía tengamos que hacer más cosas para que lleguen. Sin embargo las cosas se mueven. El gobierno español ha tenido que renunciar al empleo de los medios públicos –hace falta felicitar a los profesionales de TV3, de Cataluña Radio y del ACN por su ejemplar defensa de la libertad de información- y sabe que tiene que ir mucho con cuidado con generar nuevos episodios de violencia. La comunidad internacional también pone sus límites.

La partida, pues, no se jugará sólo en el campo de la fuerza, donde no tenemos más recurso que la resistencia a las veces|golpes, sino en el campo de las urnas donde jugamos mejor que nadie. Y si en este camino nos sentimos decepcionados, pensamos sinceramente si hubiéramos firmado personalmente una declaración de Independencia sabiendo que nos podría suponer la prisión. De eso se dice|llama sacrificio, reconozcamos su enorme dignidad.

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