Diari Més

¿Por qué es mejor no hablar sobre el cuerpo de tu hija?

Existen algunas propuestas pedagógicas para evitar caer en estos juicios de valor

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Los niños y, especialmente las niñas, reciben un gran impacto de mensajes sobre los cánones estéticos y la imagen femenina a través de la televisión pero también a través de las redes sociales. Los niños están expuestos en imágenes sobre el cuerpo ideal, ahora más que nunca porque hay más canales. La forma en la cual vemos nuestro cuerpo el día de hoy tiene un gran peso, lo que nuestros padres nos dijeron cuando éramos pequeños. Frases tan simples como grande, delgada, bonita o fea pueden ser las que definan el mismo concepto que tiene la niña de ella misma.

Una de las propuestas para evitar caer en estos juicios es la que hizo a María Montessori, una mujer dedicada a los niños, a su educación y desarrollo. Ella apostaba desde la más tierna infancia enseñar a las niñas, también a los niños, una gran capacidad de autoaceptación.

Montessori en aquella época ya decía que: «no hables con tu hija sobre su cuerpo, excepto para enseñarle cómo funciona. No le digas nada si ha perdido peso. No le digas nada si ha subido de peso. Si piensas que el cuerpo de tu hija se ve genial, no lo digas. Algunas cosas que puedes decirle en su lugar|sitio: ¡Te ves muy saludable!, o cuál tal: ¿Te ves muy fuerte? O: Se nota que eres feliz: brillas». Mejor todavía: halaga alguna cosa en ella que no tenga nada que ver con su cuerpo. Tampoco hagas comentarios sobre el cuerpo otras mujeres. No. Ni uno solamente; ni positivo ni negativo. Énseñale a ser amable con los otros, pero también a ser amable consigo misma».

No sólo tenemos que evitar catalogar el cuerpo del niño sino que los juicios de valor van más allá. Los adultos tienen que tener mucho cuidado con las etiquetas que dicen a los niños porque pueden condicionarles su carácter y personalidad y que ellos mismos se oigan incapaces en alguna cosa sólo porque lo que los otros le han hecho creer que son, según apuntan diferentes psicólogos. El efecto Pigmalión fue demostrado en un estudio por Rosenthal y Jacobson y se explica que «un niño va formando el concepto que tiene de sí mismo sobre la base de las valoraciones que recibe de sus padres, de sus abuelos, de sus tíos, de sus maestros... Y si bien de chiquitín no le consideran capaz de superar un reto, acabará siendo incapaz de de conseguirlo. Y no porque no tiene capacidad o habilidades suficientes, sino porque su entorno le traslada este mensaje.

Las etiquetas del cuerpo o del carácter son muy poderosas, por eso mejor evitarlas o utilizarlas moderadamente y de manera cautelosa y con palabras que no tengan connotaciones negativas.

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