Diari Més
Josep Maria Girona

Autor de 'No me llamas loca' (Roca Editorial)

«Los primeros años del siglo pasado son una época con una novelística apasionante»

Este viernes el periodista y escritor alcoverenc presenta su primera novela 'No me llames loca' en el Convento de les Arts de Alcover

El periodista y escritor Josep Maria Girona este miércoles.

«Los primeros años del siglo pasado son una época con una novelística apasionante»Gerard Martí

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—Ha escrito una novela en que las mujeres son las grandes protagonistas, con el papel principal para Júlia Queralt-Robuster. ¿Cómo nos la presentaría?

—Cuando empecé a pensar en la novela, partí de un hecho: ¿si a día de hoy la mujer todavía está lejos del hombre en cuestión de derechos, a pesar de haber hecho un avance exponencial, como debió ser hace cien años? Así es como ubiqué la historia a principios del siglo pasado, una época que no ha sido tan descrita como otros y que tiene una novelística apasionante. Hay pistolerismo, un feminismo naciente, el catalanismo, la moda, los locos años 20... Me sitúo en una época en que la mujer trabaja sólo como obrera en jornadas maratonianas por un sueldo misérrimo. Muy pocas mujeres tenían la posibilidad de acceder a trabajos mejor remunerados y que requirieran una formación. Está en este contexto donde encontramos a Júlia, que es hija de una familia burguesa y, por lo tanto, con la capacidad de formarse, y con la suerte de tener una abuela que se preocupa por ella, consciente de que es el peldaño débil de la cadena.

—Precisamente es esta abuela Enriqueta quien desencadena la rebelión de Júlia, aunque ella misma también ha perpetuado el machismo en la familia.

—Sí, el papel de la abuela es interesante porque empieza a ligar con el feminismo conservador de Francesca Bonemaison. Lo hace después de haber constatado que, a causa de su propio machismo, ha maleducado a su hijo, y que eso tiene consecuencias para la nieta. Ella no quiere que eso se perpetúe en el futuro, así que vierte toda su fuerza en que Júlia pueda formarse y tenga un criterio propio que la haga dueñade su destino.

—El tercer vértice del triángulo de mujeres sobre el que se sustenta la historia es Inés, que representa a la mujer obrera. ¿Cuál es su papel?

—Inés no trabaja en una fábrica, pero forma parte del servicio de la familia, porque es la hija del chófer. Ella aprovecha las migajas que le dejan, participa en las clases de costura, da repaso por la tarde con Júlia... La amistad entre la mujer burguesa y la mujer obrera es, en definitiva, lo que justifica el libro. En una sociedad polarizada como aquella, en qué no había acuerdo ni consenso entre empresarios y trabajadores, con mucha violencia, muertes en la calle y pistolerismo, aquel primer feminismo conservador hace que la mujer burguesa y la mujer obrera tengan un ámbito en común, que no es otro que el ámbito vinculado al género, y eso está representado en estos dos personajes. También me sirve para explicar que contra la violencia y el desacuerdo, la formación y la cultura nos pueden ayudar.

—La historia es también un pequeño homenaje a los libros, y nos habla de un lugar real, la Biblioteca Popular de la Mujer. ¿Qué era este espacio y con qué finalidad se creó?

—En la novela me ha gustado jugar con personajes de ficción y personajes reales. Francesca Bonemaison es real y creó en la Capella de Santa Anna de Barcelona una zona de biblioteca para que las mujeres, al salir de oficio los domingos, pudieran ir a leer. Con el tiempo se acabó dando cuenta de que la única manera que tenía la mujer de rebajar la tensión social era que anarquistas y burguesas se encontraran en un espacio común y que, después, cada una pudiera influir en su hombre respectivo, burgués o anarquista. Estamos hablando de un feminismo muy conservador, que tiene a Dios en el centro y que considera que el papel de la mujer es procrear, pero también que la mujer tiene que tener bastante formación para poder afrontar los problemas de la vida sin depender exclusivamente del hombre.

—Jordi Évole afirma en la portada del libro que su novela describe con precisión la Barcelona de principios del siglo XX, pero que podría estar hablando de lo que nos pasa hoy día. ¿Qué paralelismos se pueden establecer?

—Hay mimetismos espectaculares. En la novela asistimos a un régimen de restauración borbónica después de la Primera República. Ahora estamos en un régimen de restauración borbónica después de la Segunda República, que muere de forma dramática con el golpe de estado de Franco, la guerra civil y el franquismo. Entonces había dos reyes, Alfonso XII y Alfonso XIII, ahora tenemos dos, Juan Carlos I y Felipe VI. Aquel régimen era conocido con el nombre de tornisme, porque los partidos lliberals y conservadores se iban devolviendo en el ejercicio del poder, igual que pasa ahora con PP y PSOE. En aquel momento, cuando para gobernar hacía falta algún tipo de cuña, los regionalistas la daban, igual que ha pasado aquí hasta el proceso, cuando los nacionalistas siempre han ofrecido su apoyo para garantizar la estabilidad. Sin embargo, sobre todo, y de manera muy importante, en aquel momento era imposible el diálogo, las posiciones estaban muy radicalizadas, igual que ahora. Entonces se intentó que la mujer aportara sentido común. Yo pienso que, ahora, una de las herramientas primordiales para acabar con la polarización política y social pasa por el feminismo.

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