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El sefardí Mordechai Ben Abir obtiene la ciudadanía española a los 93 años

«Mi madre me pidió que recordara siempre a mis antepasados españoles y ahora ya podré votar en Falset», dice

Bien Abir –segundo por la izquierda– dando la mano al embajador español en Israel el 26 de julio cuando se le comunicó la nacionalidad.

El sefardí Mordechai Ben Abir obtiene la ciudadanía española a los 93 añosAmbaixada espanyola

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El judío sefardí Mordechai Ben Abir –Marcos Caballero – recibió la comunicación de que ya era ciudadano español el pasado 26 de julio por parte del embajador español en Israel. Mordechai Ben Abir ha cerrado así un círculo que empezó con una promesa a su madre: recordar siempre sus orígenes españoles. Esta promesa lo llevó a investigar el pasado de su familia durante años hasta el punto de convertirse en la temática de su doctorado que finalizó a la edad de 82 años. Consiguió reconstruir la historia de su linaje hasta el siglo XII y determinar su orígen en la localidad tarraconense de Falset. En la capital del Priorat lo conocen bien: el año 2016 recibió la Medalla de Oro de la ciudad y descubrió la placa con que Falset bautizó una calle con el nombre del rabino Samuel Estruch Cavaller, falsetense judío del siglo XV, del que es descendente. Desde Israel, Mordechai Ben Abir responde a las preguntas de Diari Més.

—¿Cómo se ha sentido después de recibir la comunicación de que ya es ciudadano español?

—Ser ciudadano español significa para mí cerrar un círculo de más de seis siglos. Desde una edad temprana tuve conciencia que pertenecía a una familia judía sefardí. Como hijo pequeño de una familia de padres y seis hijos, disfruté del afecto de todo el mundo, pero especialmente de mis hermanas mayores. Fui el único de mi familia –diría incluso de mi generación– que completó los estudios de secundaria y los universitarios. Soy ingeniero mecánico y electricista, especializado en infraestructuras de aeropuertos y profesor de Física y Matemáticas. Tenía 18 años cuando viajé a Buenos Aires donde mi difunta madre me pidió hacerle una promesa: que me casara sólo con una joven judía y que recordara siempre a mis antepasados españoles que lo dejaron todo, bienes, trabajos, trabajo, la tierra que les vio nacer, y se aventuraron a lo desconocido sólo para seguir siendo judíos. No traiciones la memoria de los padres de tus padres... , dijo. Cuando en 1992 se recordó a España y a Israel los 500 años que habían pasado desde la orden de expulsión de los judíos de la península el año 1492 y a la edad de 63 años, empecé a investigar el origen de mi familia en la Edad Media. En un congreso internacional de Jerusalén, el año 2000, encontré a quien sería mi mentor en mi doctorado en la Universidad de Barcelona, el doctor José Ramon Magdalena. Él me animó a investigar como doctorando. Entonces tenía 75 años y empecé el curso de 2001, después de hacer dos tesinas. Lo acabé el año 2007 con 82 años y con la máxima calificación: excelente cum laude. Descubrí quiénes eran mis antepasados españoles: eran catalanes de Falset, Cervera y Besalú. Identifiqué aquellos que mi madre definió comolos padres de tus padres. Me sentí orgulloso de ellos y de la valentía que demostraron al dejarlo todo para no tener que renunciar a sus creencias.

—Ahora ya puede votar en Falset en las próximas elecciones. ¿Desea hacerlo?

—Estoy empadronado como nacido en Falset, el trámite lo finalicé en la Notaría del munipici del Priorat. Durante mi visita a Falset disfruté de la ayuda y de la compañía del entonces alcalde, Jaume Domènech, y de la de toda su familia. En la Notaría de Falset entregué toda la documentación exigida para finalizar el trámite y pagué los impuestos que la ley exige. Podré votar en Falset si viajo allí o como español con residencia en el exterior en las urnas de la Embajada española en Israel en caso de que no pueda hacerlo.

—¿Cuánto tiempo le ha costado demostrar sus orígenes?

—Para mí no fue un problema demostrar mis orígenes hispanos. Mi profesor, el doctor Magdalena, certificó mis trabajos de investigación y, con este documento, la Confederación de Comunidades Judías en Madrid, confirmó también mi condición de judío sefardí.

—¿Qué significa para un judío en general y en concreto para un sefardí el reconocimiento de sus orígenes?

—Resulta muy difícil generalizar. No creo que haya un denominador común que pueda definir el sentimiento de toda una colectividad diseminada por todo el mundo. Para mí –como doctor en Filología– es un reto intelectual. Ha sido una investigación histórica hacia el pasado lejano, una búsqueda particular de personajes que se desarrollaron en mi imaginación a través de las narraciones de mi madre. Hay que recordar que hablo de una época en que no había televisión, ni radio, ni teléfonos... El mundo de una criatura era su casa, sus padres, hermanos, y los momentos más importantes eran aquellos en los que su madre explicaba todo lo que sucedió generación tras generación en la familia en particular y en el mundo judío en general.

—Muchos lo ayudaron a demostrar sus orígenes y sus raíces en Falset. ¿Cuáles fueron estas personas?

—Una de las condiciones para recibir la nacionalidad española es demostrar los vínculos con España y responder a la pregunta sobre qué motivos me llevaban a pedirla. Para mí, fue muy fácil demostrar mis vínculos, primero con mi doctorado. Antes de la aprobación de la ley fui uno de los creadores de la cátedra España-Israel y asociado de un grupo académico. Ofrecí conferencias en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid donde se creó la cátedra. También tenía relación con la UB a través de la carta de recomendación de mi profesor José Ramon Magdalena. Además, soy socio de la Associació de Relacions Culturals Catalunya Israel (ARCCI) y, con su presidente, Andres Lascorz, organizábamos visitas a Cataluña de varias semanas con el objetivo de desarrollar el conocimiento mutuo entre Cataluña e Israel. Todo eso antes de la ley –el Congreso de los Diputados aprobó la ley de nacionalidad para los sefardíes que simplificaba los trámites para conseguir la nacionalidad española el año 2015– sin ningún pago. Por otra parte, soy hijo predilecto y ciudadano honorable de Falset. Mi familia y yo visitamos Falset varias veces. El alcalde, Jaume Domènech, su familia y las autoridades nos recibieron con mucho amor y respeto. El alcalde, alguna vez con su familia, otras con representantes de la Cambra de Comerç de Reus, visitaron Israel varias veces y, en particular, Beersheva. Así que pude recibir cartas de recomendación dirigidas al Ministerio de Justicia certificando mi vinculación con la ARCCI, a través de su presidente, Andrés Lascorz, con Falset, a través del alcalde, y con la Cambra de Comerç, gracias a su secretario general, Josep Baiges. Finalmente, obtuve la recomendación de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona a través del doctor David Bea Castaño certificando mi participación en la creación de vínculos académicos entre la universidad de Tarragona y la Universidad Beersheva en Israel.

—De la misma manera que encontró el origen de su familia en Falset, ¿ha encontrado descendentes de la misma en este municipio?

—No lo intenté. Es un tema muy delicado entrar en el pasado judío de cristianos de hoy. Hay muchísimas familias catalanas con mi apellido: Caballero, Cavallero, Cavaller.

—¿Cree que el proceso para obtener la nacionalidad española es complejo?

—Depende de cada caso. Algunos compraron una vivienda en España para demostrar la vinculación, otros invirtieron capital en empresas, otros hicieron donaciones...

—¿Cuándo recibirá el pasaporte?

—Lo recibiré de manos del embajador en Israel en las próximas semanas.

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