Diari Més

Joan Todó, escritor

«Los habitantes del Delta del Ebro son gente paciente, eso de sufrir les viene de serie

El escritor de la Sénia ha publicado la ‘Guía sentimental del Delta del Ebro’, un recorrido por los paisajes naturales y humanos del Delta

Joan Todó la setmana passada a Tarragona.

«Los habitantes del Delta del Ebro son gente paciente, eso de sufrir les viene de serieOlívia Molet

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—Sólo empezar usted explica que no es del Delta del Ebro. ¿Era una aclaración necesaria?

—Sí, cuando el editorial me hizo el encargo, el primero que les dije es que yo no soy del Delta. Tengo amigos y tienen esta especie de sentimiento que son diferentes, un sentimiento de agravio y con la guía se me arriesgaba a aumentarlo. Por lo tanto, el más prudente me pareció explicar que tronco de la Sénia, un lugar donde hay olivos, montañas y cabrillas, pero no hay arrozales ni flamencos. No he nacido, en el Delta, y muchas cosas de allí son igual de’extrañas para mí que para cualquier otro.

—Qué relación había mantenido, con el Delta, antes de la guía?

—Yo no soy ebrense hasta que llego a Barcelona. Hasta entonces, era de la Sénia: ibas a Tortosa a hacer el COU, y eras senienc. Hasta que vas a estudiar a Barcelona, y entonces te conviertes en ebrense. Estando allí me impliqué con un grupo de jóvenes en defensa del Ebro, en la época del PHN. Así empiezo a conocer gente de allí y descubro su sentimiento de agravio. Empecé a ir más al Delta, pero todavía de manera limitada, porque no tenía carnet de conducir. Después, cuando me lo saqué, ya paseé más con mi pareja. Pero hasta que hice la guía, el Delta era un lugar que tenía cerca pero donde no iba demasiado.

—Este libro ha sido escrito durante un año entero. ¿Por qué quiso hacerlo así?

—quise un año de margen para ver el Delta durante un ciclo entero, porque allí cada estación es diferente. En la Sénia o incluso en Barcelona hay dos estaciones, una que hace frío y una que hace calor. En cambio allí todo cambia tanto que prefería poder verlo. Yo tronco bastante meticuloso, me hace mucha manía hacer cosas que no son de ficción porque sufro mucho por si me equivoco con alguna cosa. En realidad me hubiera hecho falta más tiempo por poder ser óptimo. Hay cosas que sólo se hacen un día, y si tienes una boda o te has roto una pierna, ya no vas. Hay un día en|a el año que se puede entrar a la isla de Buda, y se me pasó. Y el día de la fiesta de la Plantación me dormí y ya no lo vi. Pasan cosas de estas, en un año.

—Quien le ha hecho de guía?

—recurrí a la gente que ya conozco. Estando todos a los agradecimientos. Por ejemplo un chico que se dice Aitor Gilabert, que su padre es un hombre que sabía mucho, o Mario Pons, que también fuimos a parar a su padre. Hay un caso aparte, que es Josep Bertomeu, ‘Polet’, que es lo único que tiene una entrada propia en la guía, y que es un guía natural del Delta.

—Habla de los paisajes, de la economía, pero también de sus habitantes, los caveros. Asegura que son personas con mucha resiliencia. Por qué ?

—Hace doscientos años aquello era un pantanal y ahora es un arrozal. Todo eso lo ha hecho alguien cavando y arropando la espalda. Son una gente paciente, a quien en general eso de sufrir les viene de serie. Pero si les pasa una desgracia, ‘paciencia y ya mejoraremos’. No se ponen piedras en el hígado.

—«La música del habla deltaica es irreproducible por escrito, y ya es lástima», apunta.

—No soy biólogo, historiador ni sociólogo, y por eso hay cosas con las que voy más inseguro. Pero he estudiado filología y tronco escritor, y sé que la forma de hablar del Delta no se puede poner por escrito, porque no tiene una dimensión gramatical escrita. Es rápida, con una cancioncilla, que muchas veces a la gente del Ebro nos ha ido muy bien para explicar chistes de caveros, pero no es posible hacer hablar un cavero por escrito.

—Su último día en el Delta coincide con la última entrada de la guía, el mirador de Zigurat. ¿Cómo fue el despido?

—El último día es ficticio [rie]. La guía empieza con una manifestación contra el trasvassament en Barcelona y acaba el día antes del referéndum del 1 de octubre. Pero en realidad el 30 de septiembre tenía un bodorrio. Fue el 1 de octubre, que después de votar en la Sénia, subí al Zigurat. Fue difícil, iban llegando noticias de lo que pasaba, y yo allí mirando pájaros.

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