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Un bombero de Barcelona: «La Rambla a oscuras, sin peatones, en silencio, es una imagen que no olvidaré nunca»

Para el cabo Sergi Martínez, volver al lugar del atentado el día de la manifestación en medio del reconocimiento ciudadano fue «lo más bonito» que los podía pasar después de la tragedia

Plano medio del cabo de los Bomberos de Barcelona Sergi Martínez.

Un bombero de Barcelona: «La Rambla a oscuras, sin peatones, en silencio, es una imagen que no olvidaré nunca»ACN

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El cabo de los Bomberos de Barcelona Sergi Martínez enfiló la Rambla la noche del 17 de agosto del año pasado para recoger el material sanitario que habían utilizado unas horas antes. «La Rambla a oscuras, sin gente, toda en silencio, con las víctimas en el suelo, es una imagen que no olvidaré nunca. Te queda grabada, me impactó mucho», recuerda. Cabo del parque de bomberos de Montjuïc, el más próximo a la Rambla, vio a algunos compañeros salir cuando pasaban pocos minutos de las 5 de la tarde alertados de un atropello muy grave. Él salió unos cinco minutos después, cuando les pidieron refuerzos, y de camino, ya supieron que se trataba de un atentado terrorista. Aparcaron los vehículos delante del Liceu, muy cerca del Mosaico de Joan Miró, donde se había parado la furgoneta, pero Mossos D'Esquadra y Guardia Urbana los dijeron que no podían pasar porque era «una zona de riesgo». «Todas las víctimas estaban más arriba de la furgoneta. Teníamos que cruzar aquella línea, aunque pudiera ser peligroso. Finalmente decidimos pasar. Los heridos estaban allí y necesitaban ayuda», señala Martínez, que añade: «El miedo pasa a un segundo plano. Primero son las personas».

Los Bomberos de Barcelona que actuaron en la Rambla venían del parque del Eixample, por arriba, y del de Montjuïc, por la parte de abajo. «En aquella zona nos faltaban muchos efectivos sanitarios. Todavía estaba todo por hacer. Faltaban manos por todas partes», recuerda, y añade: «Los protocolos de actuación establecen que se tiene que crear un punto médico y un centro de control. Se habían activado en la parte de encima de la Rambla, pero no en la de abajo. Por las características del lugar y del atentado, al final trabajamos como si estuviéramos haciendo a dos servicios diferentes».

En medio del caos, improvisaron un punto médico donde llevar a los heridos hasta que no llegaran más ambulancias al lado de una parada de flores. «Desmontamos unas mesas y unas estanterías de la floristería para sentar y estirar a los heridos», explica, y continúa: «Los trabajadores de los locales nos llevaban aguas. Todo el mundo quería ayudar. Pero también necesitábamos evacuar gente del lugar». «En algunas ocasiones me comunicaron que había personas heridas en locales y que necesitaban ayuda. El primero que me preguntaba era como podían haber llegado aquellas personas allí. La propia gente evacuaba a los heridos», destaca.

Unos meses atrás los Bomberos de Barcelona habían recibido formación de cómo actuar en grandes emergencias y accidentes con múltiples víctimas. El procedimiento para la selección establece que se tienen que 'catalogar' los heridos por colores: «Si una persona puede andar, le pones el color verde. Amarillo y rojo en función de la gravedad. Negro si está muerta». «Nos explicaron que cuando una persona es 'negra', te tienes que olvidar y seguir trabajando por auxiliar a los otros heridos. Eso nos provocó una gran contradicción. Cuando estás acostumbrado a socorrer el máximo de personas posibles, ¿cómo podíamos no atender una? Incluso algunos compañeros dijeron que no lo harían, que no abandonarían nunca a ninguna persona». «No podréis, no daréis al alcance, tendréis que hacer la selección por narices', nos respondieron los profesores. Nosotros seguíamos sin intentarlo correcto», añade Martínez, para constatar. «Hasta que llegó aquel momento. Entonces me di cuenta de que era cierto. Es muy duro, pero en situaciones tan graves, tienes que actuar así».

El cabo reconoce que aquella formación les sirvió mucho para gestionar la atención a las víctimas en aquel caos. «Si no pones orden, puedes llegar a colapsarte y eso no nos lo podemos permitir», afirma. «Como mando me tocó gestionar la situación; después me pregunté algunas veces si habría podido auxiliar a más víctimas, si habría podido hacer más. Es una pregunta muy angustiante», dice.

La noche

En una hora y media aproximadamente todas las personas heridas habían sido evacuadas de la Rambla. Pero todavía faltaban muchas horas para que Martínez volviera a casa. Subieron hacia el centro de mando que se había montado en la plaza de Cataluña. Ya de noche, la Policía Científica de los Mossos D'Esquadra necesitaba iluminación y requirió los focos portátiles de los Bomberos. Bajaron hasta donde había quedado parada la furgoneta y dejaron los focos a los Mossos. Entonces es cuando los mandos, para recoger todo el material que había quedado disperso, deshicieron el camino Rambla arriba: «Había las víctimas en el suelo tapadas. Todo a oscuras, en silencio. No lo olvidaré nunca».

Martínez y sus compañeros volvieron al parque durante unas horas para descansar, ya que de madrugada estarían de guardia. «Estábamos en la habitación, pero nadie podía dormir», recuerda. A las 8 de la mañana, es cuando se dirigió hacia casa.

Los días siguientes

Cuando me hundí y di salida a todo mi llanto, fue en casa, con mi mujer. Tengo dos hijos pequeños, Quería llegar a casa y estar con ellos», recuerda. Su pareja, cuando escuchó las noticias del atentado, supo que estaría trabajando porque aquella es su zona. También sabía que durante un rato, que se haría eterno, no podría contactar con él y por eso apagó la televisión y la radio y se marchó con los hijos al parque. Cuando evacuamos toda la Rambla, le envié un mensaje para decirle que estaba bien. Los mandos llevamos un móvil y ordené a los compañeros que se lo fueran pasando para contactar con las familias», explica. «La familia estaba muy preocupada. Y después me han apoyado mucho de una manera prudente. Los he tenido siempre allí para explicarles lo que yo quería», dice.

Los primeros días se sentía afectado. El jefe de enfermería de Barcelona los reunió para explicarles cómo probablemente se sentirían las semanas siguientes al atentado y para avisarlos que si, pasado un mes seguían encontrándose mal, necesitarían ayuda psicológica. Toda aquella información, le fue bien: «Me sentí identificado con todo lo que nos había explicado y con los consejos que nos había dado. Pasaron los días y, en mi caso, me recuperé».

Uno de los síntomas que sufrió fue que, durante unos días, no pudo pisar la Rambla. No volvió hasta más de una semana después, el día de la manifestación de apoyo a las víctimas y contra el terrorismo. A diferencia de las policías, los bomberos, señala a este cabo, son un cuerpo muy amado por los ciudadanos, pero resalta que «lo que pasó aquel día fue impresionante». «Los cuerpos policiales y de emergencias íbamos a la cabecera y la gente nos dio flores, que decidimos depositar encima en el Mosaico de Joan Miró. Íbamos todos los bomberos en fila cuando, espontáneamente, nos hicieron un pasillo y nos aplaudieron. Aquella ovación bajando la Rambla fue el más bonito que nos podía pasar. Me quedó la satisfacción en que habíamos hecho el trabajo lo mejor que» habíamos «sabido», expresa, y añade: «Intentamos que aquel reconocimiento fuera una manera de cerrar el luto».

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