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Una persona pagó 100.000 euros por las urnas del 1-O a una empresa china

El libro 'Operació urnes' desvela como funcionó el operativo clandestino que hizo posible el referéndum

Las urnas, en el Instituto Sant Pere i Sant Pau de Tarragona.

Empiezan a llegar urnas para el 1-O en algunos colegios electorales catalanesJoan Antoni Torreblanca

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El cerebro del operativo clandestino, que no suscita su identidad, pagó 100.000 euros de su bolsillo a una empresa de China y las urnas se transportaron en barco durante 25 días hasta llegar al puerto de Marsella. Así lo explica el libro 'Operació urnes' de los periodistas del Ara, Laia Vicens y Xavi Tedó (Editorial Columna). Los autores han entrevistado a una cincuentena de personas implicadas con la operación, entre ellas el cerebro, para poder explicar cómo funcionó. Desde el momento de la compra, el traslado y dónde se escondieron hasta la distribución para todo el territorio. Una «red popular» de miles de voluntarios, organizada de forma secreta y piramidal, hizo posible que las urnas estuvieran en los 2.243 colegios electorales el 1 de octubre.

El libro de 189 páginas revela que el cerebro del operativo, de quien mantiene el anonimato bajo el seudónimo Lluís, pagó 100.000 euros de su bolsillo para comprar las urnas a través de una empresa francesa. Lluís afirma que no sabe cuándo los cobrará y que no le preocupa. El pago se hizo a finales de junio, justamente en aquellos días el Govern anuncia que el concurso público para la homologación de empresas ha quedado desierto y asegura que se buscarán nuevas vías para adquirirlas. «El pedido lo hago yo y lo pago yo porque si las compraba la Generalitat havíembegut oli», explica teniendo en cuenta que el gobierno español vigila todas las transacciones de la Generalitat. La compra se hace a la empresa Smart Dragon Ballot Expert, con sede en Guangzhou.

Los autores del libro entrevistan a una cincuentena de personas de diferentes puntos del país implicadas con la operación urnas. Las urnas eran el tesoro más buscado por las fuerzas de seguridad españolas, porque sin urnas no había referéndum. «Las papeletas se podrían volver a hacer, pero las urnas no», explican los protagonistas.

El libro relata que la cúpula de la organización clandestina estaba formada por tres personas: el cerebro, encargado de comprar las urnas, y dos colaboradores de su confianza. Uno de estos colaboradores es de la Catalunya Nord y tuvo un papel importante en la logística ya que es quien aporta el campo base desde donde se repartieron las urnas.

Lluís explica que poquísimas personas conocen su implicación en toda la trama aunque tiene contactos en el Govern. «Puedo contar con los dedos de una mano quien lo sabe y todavía me sobran» asegura de manera gráfica.

La decisión sobre el tipo de urna la hace Lluís sin consultarlo con el núcleo político que coordina el referéndum y explica que no aparece la palabra Generalitat en las urnas para que se puedan utilizar con la República.

Según explica Lluís, también se construye un juego de 6.500 urnas en Cataluña en paralelo al pedido chino. Estas son desmontables y están hechas de PVC. Se trata de una reserva por si las fuerzas de seguridad del Estado requisaban las 10.000 que se querían distribuir.

De la China al colegio electoral pasando por Marsella

Las urnas chinas hacen un largo viaje de cuatro meses para poder estar el 1 de octubre en los colegios electorales. Se cargan en contenedores en el puerto de Guangzhou y viajan en barco durante 25 días pasando por Vietnam, Singapur y Sri Lanka antes de llegar al cuerno de África y cruzar el canal de Suez. El cargamento desembarca en el puerto de Marsella a finales de julio, para esquivar el control del Estado en los contenedores que llegan a los puertos españoles.

Las autoridades aduaneras francesas preguntan extrañados la finalidad de las 10.000 piezas de plástico y el colaborador de la Catalunya Nord dice que se quiere hacer «el castillo de plástico más grande del mundo para homenajear a un grupo casteller». Una explicación que satisface a las autoridades.

Después se trasladan en tres camiones hasta un almacén de la Catalunya Nord propiedad del colaborador. La distribución se hace a través de 8 coordinadores que trasladan las urnas en 8 almacenes de todo el país. En el operativo toman parte socios de entidades soberanistas y militantes de partidos independentistas: CUP, ERC y PDeCAT.

Estas 8 personas entregan el material a los coordinadores locales, que «forman parte de una red desconectada de la primera porque no se conocen entre ellos». El despliegue de las urnas por el territorio se comanda sobre todo desde ERC, según narra el libro, concretamente por un par de personas que «forman parte del aparato del partido pero que no tienen ningún cargo orgánico».

Desde los 8 almacenes se distribuyen a una cuarentena de locales más pequeños y entonces el número de implicados «crece exponencialmente». Los coordinadores locales reparten las urnas entre particulares tres días antes del referéndum. Todo se hace posible a pocas horas antes de empezar las votaciones, las urnas lleguan a los colegios de manos de voluntarios.

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