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«Me imagino en Shakespeare mirando su pueblo como una especie de Shakespeareland»

El especialista en la obra de William Shakespeare ha publicado un libro donde desgrana el papel del amor y el sexo en la obra del dramaturgo inglés

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—Qué papel juega, el sexo, en la obra de William Shakespeare?

—En una escala del 1 al 10, yo diría que un 8.

—Eso es mucho.

—Mucho, está impregnada. Shakespeare es una mezcla de muchas cosas, encuentras de todo, como en botica.

—Cómo es la aproximación de Shakespeare al sexo en sus obras? ¿Va por la vía directa?

—Llega por diferentes caminos. Tiene dos vertientes. Uno es el romantico, que podría ser por ejemplo Romeo y Julieta, que son muy románticos y tiran más bien por la cosa espiritual. Y después también tiene la vertiente del sexo, que tira mucho ninguno la parte más divertida. Es curioso, yo llevo muchos años trabajando con Shakespeare y siempre descubro cosas nuevas, es como un pozo insondable. Es un gran conyón, incluso a las tragedias hay mucha parte cómica. Romeo y Julieta tienen en Mercucio, Macbeth tiene el Portero, El Rey Lear tiene bufones... ¿Y todo eso está unido al sexo? Sí, porque todos estos personajes hablan de sexo, aunque lo hacen de una manera crítica, lo miran desde un punto de vista elevado, porque el autor siempre queda al margen. Shakespeare no tiene moralina, tú te lo puedes coger de una manera u otra.

—Esta manera de hablar del sexo no se puede desligar del contexto histórico en que vivió el dramaturgo.

—Sí, el contexto es muy importante. Era un tiempo en que los puritanos clamaban contra los teatros, porque les parecían antros de perdición. Y, para más inri, estos establecimientos estaban en la otra banda del Támesis, en una especie de mundo aparte, un mundo de perdición al lado de los burdeles. Incluso había muchos dueños de teatros que también eran propietarios de burdeles. Shakespeare vivió el ambiente cortesano, incluso de la reina y también el ambiente popular, y por lo tanto bebe de los ambientes más tirados y de los más excelsos. Él remarca mucho la parte más alegre o sensual del sexo, muchos de sus personajes que hablan de sexo son muy traviesos. En realidad, Shakespeare era muy travieso. Yo voy mucho a Stratford donde Avon. Allí está el puente de Clopton, y muchas veces me lo imagino allí, mirando su pueblo, una especie de Shakespeareland, como un parque temático. Era un tio muy divertido, Shakespeare.

—Detálleme alguna de las referencias explícitas de la obra shakesperiana.

—Por ejemplo, cuando Romeo, se ha enamorado de Julieta y los amigos le reprochan, Benvolio le dice: «Total, juegas con tu herramienta para meterla en un agujero». Eso es bastante explícito. Referencias como esta hay bastante. También a los sonetos, donde se dice por ejemplo «a tu lado se eleva y después cae». En el capítulo que he denominado Sexpeareland menciono las diferentes maneras de llamar a los órganos sexuales masculinos y femeninos. Después, también juega con cosas sexuales. Al sueño de una noche de verano, por ejemplo, hay una representación de artesanos, que representa que son un poco cortos y su travesura pasa por ponerles nombres como Bottom, que quiere decir culo, u otros tres con nombres que tienen el doble sentido de pene. Shakespeare creó muchas palabras, más de mil, que se incorporaron al diccionario inglés y que todavía se conservan. Assassination, por ejemplo, la inventó él.

—El estudio de su obra desde esta vertiente lo ha ayudado a entender cuál era su visión personal sobre el amor y el sexo?

—No. Todos los grandes especialistas en la obra de William Shakespeare, tanto los vivos como los muertos, coinciden, y yo, también que ello siempre queda en la sombra. Pero si lo estudias mucho, lo lees y lo vuelves a releer, puedes sacar una conclusión, desde el punto de vista filosófico, y es que él era determinista, creía en el destino. ¿Era creyente? No lo sabemos. Vivió a caballo entre dos siglos y entre el Renacimiento y el Barroco, en el que el pensamiento cambiaba mucho. Shakespeare, todas estas corrientes, los vivió y los asimiló, pero siempre se escapa, su personalidad era escurridiza, como un pescado.

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