Diari Més

Josep Fèlix Ballesteros: Alcalde de Tarragona i dirigente del Partit dels Socialistes de Cataluña

«Perdono fácilmente: no tengo resentimiento hacia los que pidieron mi dimisión»

Ballesteros confiesa que «en política no aspiro a nada más que a ser alcalde de mi ciudad»

El alcalde, en un espacio del Palau Municipal que ha sido reformado recientemente, en el ala Este, y del que se siente muy orgulloso.

«Perdono fácilmente: no tengo resentimiento hacia los que pidieron mi dimisión»Olívia Molet

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—¿Los resultados de las elecciones del 21 de diciembre son extrapolables a unos comicios municipales?

—Quien los quiera extrapolar no tiene ni idea de política ni de lo que ha pasado en los últimos veinte años. En el 2015 –elecciones al Parlament de Catalunya y municipales– hubo dos con poco tiempo de diferencia y los resultados en las municipales fueron totalmente diferentes. La gente sabe, perfectamente, qué vota en cada momento, y en unas municipales vota el alcalde o una determinada gestión, o propuestas que no tienen nada que ver, afortunadamente, a lo que pasa en unas elecciones autonómicas o generales. Por lo tanto, quién quiera hacer una translación mimética, se equivoca de manera radical. Pero no pasa ahora, ya pasó en época del alcalde Nadal. Cuando Convergencia perdía de manera estrepitosa en unas generales o europeas decíamos ‘ya está a punto de caer’. Después, llegaban unas municipales o autonómicas y el resultado era diferente.

—Su socio de gobierno actual es el Partit Popular. ¿Lo será Ciutadans en 2019 en función de los resultados que obtenga el PSC?

—Lo será cualquier grupo municipal que anteponga Tarragona a otros intereses. Eso lo digo ahora, lo dije hace un año y lo he dicho siempre. Por lo tanto, yo abriré conversaciones con todo el mundo que anteponga, como he hecho en este mandato, Tarragona por encima de otros intereses. Ahora bien, lo que no permito es que Tarragona sea moneda de cambio, como parece que puede pasar con la señora Colau con el Parlament de Catalunya. Primero, los intereses de Tarragona y de la gente de Tarragona. Si no pensamos en nosotros mismos, desde Barcelona nadie lo hará. Colau vincula su apoyo al Parlament, con el hecho de que le aprueben sus presupuestos. Eso me parece demencial.

—¿Qué tiene que prevalecer?

—Aquí tenemos un valor que no se valora hasta que se pierde, que es la estabilidad. Dígame cuántos ayuntamientos del tamaño del de Tarragona han aprobado sus presupuestos. Sin ir más lejos, a trece kilómetros de aquí, uno. Eso es muy importante. Ya sé que el ciudadano ni lo premia ni lo valora, pero es muy necesario que las entidades puedan tener sus subvenciones, que los servicios funcionen, que las dotaciones presupuestarias estén al día.

—Parece claro que no volverá a pactar con un partido independentista, como hizo con ERC en una anterior legislatura.

—En este momento, con la actitud que tienen, es muy difícil. Es evidente, porque anteponen otras cosas a los intereses de la ciudad. También le digo que en política no hay nada imposible, porque política es hacer necesario aquello que es necesario. Es evidente que yo no cambiaré. Yo no soy independentista. A mi edad ya no cambiaré.

—¿Porque usted volverá a presentarse?

—No quería, pero es verdad que desde fuera del partido, que para mí es muy interesante, pero también desde dentro del partido, hay mucha gente que me dice que se me lo piense. Gente de procedencias, de profesiones, de ambientes y, sobre todo, de ideologias muy diferentes que me dicen que no lo deje. Me comprometí a estudiarlo y a anunciarlo a los medios y al partido un año antes de las elecciones. Pero mi idea era no presentarme.

—¿Si pone la decisión en una balanza, cuál es el resultado?

—Ahora mismo, el platillo del sí pesa más que el del no. Pero, de verdad, que no lo he decidido. Tengo que hacer una serie de consultas. Para mí, es importante captar la opinión de mucha gente que considero muy válida. Hablo de presidentes de colegios profesionales, de empresarios, de sindicalistas y de entidades vecinales, entre otros colectivos. Lo estoy haciendo desde el inicio de este año. La opinión pública muchas veces no tiene nada que ver con la opinión en las redes.

—El alcalde de Lleida, Àngel Ros, ya ha anunciado que quiere encabezar la lista socialista en las municipales del 2019.

—Estoy muy contento, porque Ángel Rubio es un gran alcalde y un buen amigo, una persona que, como yo, está comprometida con Lleida por encima de todo. A mí me pasa lo mismo con Tarragona. No me gusta nada más. No aspiro a ser nada más que eso, alcalde. Y, después, ser un ciudadano de pie que colaborará en lo que pueda en cada momento. Hay una cosa muy importante. Cada semana, el viernes o el sábado, hago una evaluación de cómo ha ido la semana. En la mayoría de los casos, pesa más, de manera abrumadora, lo positivo que lo negativo. El año pasado tuve situaciones difíciles, pero también muchas alegrías y satisfacciones.

—En caso contrario, por quién apuesta para sustituirlo dentro del PSC.

—Hay gente muy preparada, como Begoña Floria y Javier Villamayor, gente joven, con un conocimiento importante de la ciudad. Por suerte, mi partido y su entorno tiene una magnífica cantera de personas que perfectamente se podrían dedicar a la política. No me preocupa tanto el relevo como hacer las cosas bien y acabar aquellas que tenemos pendientes. Me gustaría que pudiera ser alcalde Josep Anton Burgasé, que se lo mereció, porque es una gran persona, pero no lo podrá ser por edad y porque él ya no lo quiere. Habría sido un gran alcalde.

—¿Qué sentimientos tuvo hace unos meses cuando muchos ciudadanos le pedían la dimisión en la calle, incluso durante las fiestas de Santa Tecla?

—Por suerte, perdono con mucha facilidad. No sé si por mi formación cristiana. No tengo resentimiento hacia nadie. Lo que me preocupa es la gente que dijo y escribió barbaridades como ‘Ballesteros RIP’, porque eso es incitación a la violencia. Ahora, todo eso ya está superado, afortunadamente. Me preocupa que haya gente capaz de insultar, de incitar al odio. También tengo que decir que la mayoría de la gente no es así, de un lado y del otro. Tengo amigos independentistas y podemos hablar de política, como de fútbol y de la familia, y de películas.

—¿Alguna vez pensó que eso, que pidieran su dimisión, podría pasarle a usted?

—Sí. Ahora es como una apuesta silbar a la gente. Le pasó a Nadal, o cuando los grupos castellers se sublevaron un poco. No me preocupa que pase a las fiestas ni a las procesiones.

—¿Se equivocó el 1 de octubre no saliendo a la calle y haciéndose visible mientras la policía zurraba a muchos tarraconenses?

—He decidido no hablar más del 1 de octubre, pero le digo que quizás sí, que no estuve acertado al no hacerme más visible, más mediático. No tuve els nassos de hacerme la foto, pero actué como lo tenía que hacer como alcalde de Tarragona y, por lo tanto, no me siento arrepentido de las actuaciones que hice. Pero es cierto que no tuve el olfato de salir en una foto oportuna u oportunista. Es un episodio absolutamente pasado.

—¿Qué tiene que hacer Puigdemont?

—Me cuesta mucho decirle a un compañero político qué tiene que hacer. Pienso que lo que tiene que hacer es pensar en el país, pero no como un conjunto abstracto y épico, sino pensando en el bienestar de la gente, en el día a día del ciudadano. La gente necesita tener un presidente, un gobierno que ejerza y esté cerca de ella en las escuelas, en los hospitales, allí donde se pudre cultura. Yo, al expresidente de la Generalitat, no le puedo dar consejos, entre otras cosas porque, personalmente, lo aprecio mucho.

—¿Ser escogido por el pueblo con posibilidades de ser presidente de la Generalitat y no poder presentarse es democrático?

—No sé si es democrático, pero en todo caso es una situación que, muchas veces, quien es el protagonista lo ha provocado voluntaria o involuntariamente. En todo caso, es legal. También tengo que recordar que quien eligió el pueblo no es Puigdemont. El primer partido no fue Junts per Catalunya. En un sistema parlamentario...

—¿Cómo puede salir Cataluña de la situación en la que se encuentra?

—Con generosidad política, no mirándonos el ombligo ni con una visión partidista a corto plazo. Sólo hay una fórmula: generosidad política. Sabiendo que ningún bando, si es que en este país hay dos bandos, tres o cinco, ninguno se puede imponer al otro. Se tienen que encontrar soluciones de consenso y con generosidad. Nadie está en condición de imponerse a nadie. Por suerte, el pueblo catalán ha demostrado una cierta inteligencia y nos ha dicho que nos arreglemos, que servimos los ciudadanos.

—No puede decirse que la situación en el Estado sea mejor, ya que hay una repercusión directa.

—Clarísimo. Se está viendo en los presupuestos y en el papel del PNV. Todo tiene repercusión, y más un territorio como Cataluña que es tan importante para el Estado.

—Mucha gente dice que Tarragona está sucia. ¿Está de acuerdo?

—No. Entiendo que haya gente que diga que alguna zona puede estar sucia, pero los turistas que nos visitan y nos ven por primera vez nos ponen un notable alto en limpieza y mantenimiento de ciudad. ¿Qué puede estar más limpia?, seguro. No depende sólo del Ayuntamiento, también de la gente. El martes, la calle Salines se limpió con agua y tres cuartos de hora después había clínexs y colillas. Eso da rabia. Por mucho que limpian, si la gente ensucia, la ciudad nunca estará limpia. hacemos esfuerzos, en horas y recursos.

—Hay ciudadanos que comentan que tienen la sensación de que Tarragona ha retrocedido en el tiempo.

—No. Eso es absolutamente falso. Hoy somos más capital que nunca, lideramos más el sur que nunca y tenemos casi todos los equipamientos que nos habíamos planteado construir, como la EOI, el Teatro Tarragona, el plan de guarderías o el Mercado. Tenemos superadas una buena parte de las barreras arquitectónicas, tenemos el patrimonio en mejor estado que hace unos años, la calle Enrajolat nos mereció un premio urbanístico. Tenemos proyectos y, por ejemplo, el turismo está creciendo de manera espectacular. Es verdad que los tarraconenses tenemos tendencia a un sentimiento de autocrítica peligroso, cosa que no les pasa a los de Reus.

—Hay quién dice que el Ayuntamiento tendría que destinar más recursos a asfaltar calles que a actividades festivas y lúdicas.

—Para gustos, colores. Es evidente que no hay dinero para tenerlo todo a gusto de todo el mundo, pero también es cierto que la calle que estaba peor, Ramon y Cajal, está totalmente asfaltada, u otros sectores de la ciudad. Hay zonas que se tendrían que reasfaltar, como Pere Martell, pero las más tocadas se han reasfaltado y de manera importante. Y, en la calle Sant Domènech, hemos cambiado el asfalto por piedra y está quedando muy bonito.

—De qué se siente más satisfecho de las dos legislaturas y media como alcalde.

—De no haber bajado la guardia ni en servicios sociales, ni en educación, ni en creación de empleo y haber resuelto los problemas históricos que tenía esta ciudad, como la conexión con el mar o la restauración del barrio del Serrallo, y tener criterio a la hora de intervenir en el casco antiguo y que la ciudad tenga proyectos que puedan ser criticados o no. También, haber recuperado un sector que estaba olvidado como es el del turismo o haber sido consecuente en el sector de los cruceros. Y en el ámbito personal, de ser una persona que sigue siendo próxima a la gente. La gente valora mucho que te toque y te dejes tocar.

—No le he preguntado por los Juegos Mediterráneos.

—Es un buen síntoma que no me haya preguntado por los Juegos. Primero, porque quiere decir que están en marcha. No hay graves dificultades todo es un reto importante para la ciudad. Fijese, ahora la oposición ya no critica las inversiones, el presupuesto o si se harán los Juegos. Ahora, critica cómo se gestionarán las instalaciones. Eso es un éxito de los Juegos. Nos sentiremos orgullosos y dejarán un legado en inversiones, en puestos de trabajo, en mejor conocimiento de la marca Tarragona y, sobre todo, de dedicación al turismo deportivo e instalaciones como nunca hemos tenido en los últimos treinta años. Nadie valora la desaparición de la antigua circunvalación, que es la última muralla física que le quedaba a la ciudad, y su desmontaje ha sido gracias a los Juegos, o recuperar el espacio donde había el barrio de la Esperança, que muchos ya no recuerdan, y transformar esta zona que estaba degradada en la Anilla Mediterránea.

—¿Hablando de futuro, es partidario de recuperar la figura del sereno?

—Es una figura interesante. Todavía recuerdo los que había en Tarragona. Pero si alguien piensa que el sereno será capaz de prever incidentes en la vía pública, no está acertado. El sereno tendría que ser un hilo conductor entre el ciudadano y la Guardia Urbana. No serviría para cualquier intervención, pero sí para determinadas actuaciones. Hablaremos más con la Asociación de Vecinos Catedral, que nos lo ha propuesto, porque esta idea no me desagrada nada.

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