Diari Més

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El miércoles pasado, en mi paseo matutino hacia la plaza Imperial Tarraco, a la altura del monumento als Castells –discrepo de su estilo y emplazamiento, aunque paradójicamente lo acato, respeto y comprendo que es nutritivo para la ciudad, allí acostumbran a fotografiarse los forasteros empujando la Pinya– me abordó una pareja de mediana edad interesándose por la verosimilitud de aquella estructura humana.

Soy proclive y explícito, pero les llevé al atril de hierro para asegurarles prioridad técnica explícita. Como tarraconense sufrí un bloqueo invadido por la vergüenza: allí había una insolente oda al garabato y rascadura, imposible leer ni entender nada, tras disculparme contraje la deuda de describir los castells detalladamente. Con una mezcla de intriga, curiosidad y esperanza, alargué mi paseo hasta la plaza de Orleans, porque allí estaba el monumento a Antoni Martí Franqués. Lo que me temía, le daba la réplica informativa al de Castells: En casi toda su longitud, los ladrillos de obra vista estaban invadidos por hierbajos de más de un palmo. ¿No merece ser destino necesario del personal de limpieza? Eso no fue todo, prohibido sobreponerse, al acercarme a la inscripción histórica, el mismo destino, garabato y rascadura: ilegible.

Ante el lamentable abandono recordé la paternidad del monumento. Comenzó con una vivencia interesante: un sábado de Mayo del 1981 el alcalde Recasens me citó urgente en su despacho. Como hace tantos años y aunque pertenece a la realidad histórica, pienso que debería rememorar que Josep Mª Recasens fue el primer alcalde de la democracia, bajo las siglas del partido socialista. Desde que tener ideas era un peligro, su natural consistía en nacionalista y defensor de la República. De profesión administrativo e historiador vocacional, de carácter fuerte. Fue siempre mi adversario político, pero accesible y persona honesta. Durante su mandato, mantuvimos discusiones hondas y encontronazos políticos, a mi juicio ambos con fuerza, naturalidad y siempre en revitalización de la democracia y Tarragona. Su gobierno, en mayoria, le permitía rechazar propuestas de concejales de la oposición como yo. Pero también supo ajustar desniveles cuando un día se me ocurrió proponer a Enric Olivé, su concejal de Urbanismo, la creación de una comisión de Estética y Diseño Urbano, de la que me honraría formar parte. Olivé lo considero interesante y me requirió el proyecto. La siguiente Comisión de Gobierno aprobó mi propuesta, e inesperadamente nombrándome presidente. Fue increíble entrar en el gobierno siendo opositor, sin pacto ni condición alguna. Recasens y Olivé priorizaron la ciudad sobre los partidos. Así, aunque cogido con alfileres, nació un cierto aprecio con Recasens. Reemprendo aquel sábado de Mayo de 1981 ¿Que querría el Alcalde convocándome en mi día libre? Nueve treinta de la mañana, casi ni un alma en el Ayuntamiento, me recibió en su despacho –amplio, sobrio, moderno, maderas nobles en paredes– y tras su gran mesa me invitó a desayunar, negué educadamente. Con tranquilidad, del cajón de su derecha sacó un envoltorio con dos rebanadas de pan y tras frotarlas con un tomate añadió una sardina, luego apareció una botellita de vino. Entre bocados –ante mi admiración por su sencillez y confianza– me informó que nos trasladábamos al Cementerio, para presidir y como testigos, el acto de exhumación de los restos del sabio Martí i Franqués para depositarlos en un panteón adecuado a su dignidad.

En un toque justo de admiración, me encargó encabezar la propuesta de un concurso público para erigir un monumento al sabio, a situar en la plaza de Orleans. Me impuse condición razonable informarme y publicar sobre su vida y obra, que resumiré ahora: Antoni Martí i Franqués, Botánico y Químico, uno de los más grandes sabios de nuestro país a lo largo de los siglos. Autodidacta, nació en Altafulla un 14 de Junio 1750 y falleció en Tarragona el 19 de Agosto de 1832. Políglota, excepcional en la época, catalán, castellano, francés, griego, inglés, alemán e italiano. Investigador de la naturaleza, temas agrícolas e Industriales. Importantes descubrimientos sobre la cantidad de aire vital que se halla en la atmósfera, describiendo bases y métodos para conocerla. En botánica –muy atrasada en la época– conocimiento de los sexos vegetales y criptogramas para la producción artificial y fecundidad. Sus descubrimientos rectificaban los cálculos de los entonces entorchados sabios europeos. Como eminente naturalista fue aclamado por las academias europeas de la época por sus publicaciones y conocidas investigaciones. Brillantes conferencias en Paris, Londres y Amsterdam, sedes de las Instituciones científicas del momento.

Muy vinculado a Tarragona y activista ciudadano. Fundador de la Sociedad Amigos del País. En 1793 fue el organizador del Somaten. Su casa pairal era la del actual Museu d’ Art Modern, –en cuyo salón principal cursé el último año de la Escuela de Arte de la Diputación– cuya estructura y distribución fue modificada por sus descendientes durante la segunda mitad del siglo XIX.

El jurado del concurso para el monumento, habiendo valorado las maquetas presentadas, decidió premiar la que representaba un elemental arco de triunfo cuyo módulo central recorría una larga y excelente trayectoria, dejando espacio y asiento a los ciudadanos.

Posiblemente algún lector opine que mis quejas del principio sean de minsa importancia. Las considero de calibre mayor a las expuestas en anteriores artículos, como paseo de perros por los parterres de la Rambla, individuos que se sientan sobre el respaldo de los bancos poniendo los pies donde deben sentarse las persones o la que consideroirrespetuosa, llamar Despullats al Monumento a los héroes de 1811. Martí Franqués, defendiendo Tarragona a la edad de 61 años, fue uno de esos héroes, herido y hecho prisionero por los franceses.

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