Diari Més

«De pequeños íbamos a la ermita del Pinar a pie por un camino de polvo»

Jaume Rovira, presidente de la Asociación de Amigos del Santuario de la Pienda

Jaume Rovira está vinculado también a otras entidades y asociaciones locales.

«De pequeños íbamos a la ermita de la Pineda a pie por un camino de polvo»Cristina Aguilar

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Jaume Rovira Porqueras es, desde el año 2005, presidente de la Asociación de los Amigos del Santuario de la Virgen de la Pineda. Este villa-secano aceptó el cargo después que mosén Francesc Xavier Morell hiciera un llamamiento a los ciudadanos para formar a un grupo de personas que, de manera voluntaria, se quisieran hacer cargo del mantenimiento de la ermita y tuvieran tiempo y ganas de colaborar cuando se tiene que llevar a término alguna actividad.

Han pasado más de diez años y Jaume todavía ostenta la presidencia del grupo. «Es aquello que pasa, cada cuatro años se tendría que renovar, pero nos dicen que ya nos lo conocemos, y vamos haciendo», explica. En este villa-secano el trabajo en entidades locales no le es extraño, porque desde siempre ha estado vinculado a grupos como los de teatro, las coplas, o la Coral Nova Unió, de la cual fue uno de los fundadores. «Nunca he tenido ninguna aspiración a convertirme en un personaje, porque eso no me gusta, pero si me piden colaborar, siempre tengo uno sí. Siempre que sea una cosa para el pueblo. Porque me gusta, y ya está», asegura.

El segundo motivo para el cual Jaume Rovira siempre está a punto para echar una mano es que siendo una verdadera estima por el pueblo que lo vio nacer, ahora hace setenta y tres años. A pesar de trabajar fuera, toda la vida ha vivido allí, y ha hecho crecer la familia. Por eso es contundente: «Me parece (o no, no me lo parece, lo sé seguro), que ya no me moveré de aquí».

En todos estos años el presidente de los Amigos del Santuario de la Pineda ha visto la profunda transformación urbana, y también social, vivida en el municipio. «Si hace cincuenta años me hubieran dicho que tendría problemas para aparcar el coche habría dicho que no tocaban», asevera. Él tiene muy buenos recuerdos de su infancia, buena parte de la cual transcurrió en la calle, y en un ambiente en que casi el 100% de la población se dedicaba al campesinado. En aquella época ya iba al Santuario de la Virgen de la Pineda, aunque lo hacía caminante, «por un camino lleno de polvo», o alguna vez con carro. En aquellos primeros años de vida ya se forjó una devoción común a los villa-secanos de la época, que ha mantenido bien viva hasta el día de hoy. Y aunque admite que a veces echa de menos el ambiente de pueblo de cuando eran «los 3.000 de Vila-seca», asegura que su generación es de las más afortunadas que ha habido y que seguramente podrá haber: «pasamos de prácticamente el 0, a un 100, siempre hemos ido de cara a la prosperidad, al bienestar, aunque al principio era muy triste porque acabada la guerra las penurias eran muy grandes, pero todo el mundo estaba en la misma situación. Hoy día, que un joven tenga problemas para encontrar trabajo es muy grave». Por todo eso el villa-secano ha llegado a la conclusión que quizás sí, que hemos conseguido el estado del bienestar, pero a cambio «hemos pagado un precio muy alto».

Devoción o tradición

Jaume Rovira admite que, en los últimos años, la falta de devoción religiosa que es constatable en todas partes, es también una realidad en Vila-seca: «ahora la media de edad de la gente que vamos a misa es bastante alta, la juventud ya no está por estas cosas, aunque últimamente a los aplecs va más gente, pero considero que es más por las ganas de salir que por los actos que se hacen».

El Aplec del Lunes de Pascua es, justamente, uno de los actos principales en el Santuario de la Virgen de la Pineda, que empezó años atrás cuando, un grupo de cazadores, se reunieron para hacer un arroz de caza. En la pasada edición del aplec, que se celebró el lunes 17 de abril, se reunieron un centenar de personas, pero la mayoría fueron más movidas por la tradición que por la devoción: «a la hora de la misa mirabas y todo eran cabezas con pelo blanco, o sin pelo», explica el presidente de los Amigos.

Con respecto al estado del Santuario, Rovira apunta que está bien conservado, aunque de vez en cuando tiene los problemas propios de estos tipos de edificios, como humedades: «quizás habría que hacer algún retoque dentro, pero está muy bien».

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